Saturday, July 28, 2007

Para entender el México de Hoy

PEQUEÑA CONTRIBUCIÓN
AL ESTUDIO DEL HOY EN
LA HISTORIA DE MÉXICO.

Por: Gabriel Castillo-Herrera.

El resultado de las experiencias guerrilleras hasta los años 70’s –las que planteaban derrocar de “golpe y porrazo” al Estado- convenció a quienes no encontraron otro camino que la lucha armada para transformar la sociedad mexicana de que habría que llevar a la práctica una guerra a largo, larguísimo, plazo; una guerra casi permanente, una de baja intensidad.

Durante la Guerra de Independencia, a partir de la derrota y muerte de los primeros insurgentes, Vicente Guerrero llevó a cabo ese tipo de táctica y la sostuvo hasta que nuevas condiciones de carácter coyuntural cambiaron la situación. De tal manera que esa práctica es acertada desde una perspectiva histórica (tema aparte fue que Guerrero hay entregado todo el poder a Iturbide, en aras de la consecución de la independencia, con las consecuencias sabidas: la entronización del criollaje en detrimento de los mestizos, otras castas e indígenas, lo que propició la instauración de un sistema político en pugna, con levantamientos, revoluciones y contrarrevoluciones, que perdura hasta nuestros días.

Vicente Guerrero, insisto en ello, no habría tenido ninguna posibilidad de sostener su movimiento y de fortalecerse de no haberse modificado la correlación de fuerzas tanto en la América colonizada como en la metrópoli y Europa.

Regreso al presente:
La agitación política legalizada –e, incluso, la ilegal-, que actúa en las zonas urbanas donde se asientan los poderes económicos, políticos, jurídicos, militares e ideológicos del Estado, se complementa en algún punto con el movimiento guerrillero. Ello no garantiza –per se- el éxito de la insurrección; pero el no hacerlo sí determina su fracaso; (por tal consideración, no se explica el desprecio observado en la sexta declaración marquiana –que no zapatista- por la movilización social encarnada en la candidatura de AMLO, y mucho menos oponerla a “La Otra Campaña”).

La guerrilla rural tiene su origen no en la injusticia, sino en la utilización de la “justicia”, en contubernio con los poderes fácticos de los caciques, para despojar a la población de los únicos medios con que cuenta para reproducir la existencia propia y de las familias: la tierra y el agua.

[NB: el cacicazgo era una institución que ya se practicaba en Mesoamérica antes de la llegada de los españoles. Quizá su paralelo en Europa fuera el señor feudal; sólo que la versión indígena tenía una connotación más de patriarca que de dueño de los destinos de sus vasallos. Los conquistadores le dieron el cariz europeo y cuando la corona tomó el control de la Colonia los cacicazgos tomaron dos vertientes: una criolla (que cuenta con la bendición de la alta jerarquía eclesiástica), que dio origen a los grandes hacendados, y otra mestiza: un híbrido entre las dos concepciones originales (bastión del bajo clero) que en un tiempo se convirtió en resistencia contra el dominio criollo (el padre de Vicente Guerrero y Juan Álvarez son ejemplos de este arquetipo). Al arribo del porfiriato, ambas se confunden y sólo difieren en niveles de poder; pero ambas se convierten –al amparo de la Ley- en explotadoras del indígena. La Revolución se encarga de derrocar a las de origen criollo; pero, irónicamente, atrae a la otra para sumarla a su sistema corporativista en el sector “campesino” a la vez que fomenta la formación de ejidos, con lo que propicia una nueva lucha de clases en el campo mexicano].

En el sureste, la dominación fue incruenta merced a la violenta Guerra de Castas, misma que, prácticamente, subsistió hasta el periodo cardenista y al salvaje sistema de explotación que se practicaba en las haciendas henequeneras del porfiriato y servía para “ablandar” las rebeliones indígenas en todo el país mediante las deportaciones regionales. En Chihuahua los raramuri huyeron a las montañas para evitar la violencia y la explotación del enemigo más cercano: el ladino. En Sonora los Yaqui fueron siempre un grupo hostil al blanco y el mestizo hasta que el obregonismo los asimiló como huestes en la Revolución. Y esa abusiva política encaminada hacia el exterminio y aplicación de las leyes que ha sido practicada en contra de las comunidades indígenas desde tiempos de la Colonia es la que motiva los movimientos guerrilleros del siglo pasado. Ejemplo de esto, aunque con distintos matices e historias, se presentan en Morelos, Guerrero y Oaxaca (curiosamente, estados donde se asentaron las posesiones otorgadas a Hernán Cortés por la Corona Española). Presente y pasado se conjugan.

Los brotes guerrilleros paradigmáticos por excelencia se dieron en las montañas de Guerrero en los años 70; no es casual que se hayan dado en sitios donde la miseria, la explotación y el despojo hacia los indígenas han permanecido constantes y sin visos de cambiar desde hace siglos.

El caso de Chiapas es particularmente especial y se complicó recientemente (poco menos de 50 años). Ciertas etnias, por diversas causas, abandonaron o fueron echados de sus tierras de origen y fueron a instalarse a las cañadas. Diversos decretos presidenciales contradictorios –uno a favor de ellos, otro a favor de los lacandones, otro que daba el status de reserva a esas tierras-, los largos periodos de espera para el otorgamiento de tierras y, finalmente, la reforma al Artículo 27, hicieron que los finqueros, ganaderos y madereros sacaran el mejor provecho y despojaran a las diversas etnias contando con la complicidad de caciques y autoridades locales y federales (¿acaso no son una y otra cosa a la vez?). Ello devino, en forma soterrada y paulatina en el alzamiento zapatista.

La guerrilla urbana, más reciente, se origina como respuesta a la cerrazón del Estado para permitir la disidencia política legal; condición que privó a todo lo ancho y largo de Latinoamérica como consecuencia de la política del “big stick” y el macartismo, ejes de la política exterior de carácter económico e ideológico en tiempos de la Guerra Fría, que creía ver por doquier la “amenaza comunista”. Y, macabra ironía, el Estado permitía la existencia de instancias que preparaban ideológicamente a sus opositores: en la UNAM (Economía, Ciencias Políticas y Filosofía y Letras) se propiciaba la enseñanza del pensamiento socialista y comunista; se permitía la libre edición y difusión de textos escritos por los grandes teóricos del marxismo. Macabra ironía, porque el partido Comunista estaba, de hecho, proscrito y la mínima disidencia era reprimida con toda la fuerza del Estado.

Macabra ironía de granjero: el Estado propiciaba –o al menos no prohibía- la culturización política de sus futuras víctimas, como si tuviera que entregar a la CIA una cuota de movimientos “subversivos” desarticulados y de enemigos del “Mundo Libre”. Macabra ironía: preparaba “cuadros” para futuras persecuciones, encarcelamientos, torturas, desaparecidos y muertos. Ante ese panorama, no quedaba más camino que la acción propagandística clandestina, participar en manifestaciones masivas bajo propia cuenta y riesgo, o la lucha armada.

Así, mientras que la guerrilla rural se dio por razones que atañen a la subsistencia misma, la urbana se alimentó a instancias de carácter ideológico. La primera por razones que tienen que ver con el ser; la segunda, con el pensar, con la conciencia. En esencia: la primera, contra la “justicia”; la segunda, contra las injusticias.

Distintas, también, desde un punto de vista étnico: la rural, con profundas raíces indígenas; la urbana llevada a cabo por los hijos del mestizaje (la clase media ilustrada y el proletariado con acceso a la educación superior).

Ya a mediados de los años 70, cuando ambos tipos de guerrilla, los movimientos sindicales independientes y los estudiantiles habían sido aplastados, el Estado se vio forzado a prevenirse contra toda una generación llena de resentimiento social haciendo ajustes en las leyes electorales que permitieron el registro, como candidato “independiente” a Valentín Campa, luchador comunista desde su juventud. Más tarde, una primera reforma política hizo posible el arribo del Partido Comunista, con registro legal, al sistema político electoral, a lo cual siguieron otros partidos y asociaciones políticas de izquierda. A eso siguió la negociación y el convencimiento de que el sectarismo y la protección de membretes partidarios hacían imposible la transformación de la izquierda en un ente capaz de enfrentar a los otros partidos (o al otro: al PRI) para obtener triunfos electorales. Así, gracias a la visión y actuación de Arnoldo Martínez Verdugo y de Heberto Castillo, la izquierda se fue fusionando. Una fractura dentro del PRI buscó aliarse a los partidos anteriores a fin de contar con un registro electoral. Nuevamente Martínez Verdugo –que no Cárdenas- tuvo la visión para hacer posible forjar lo que hoy es el PRD.

A partir de que un junior del sistema político mexicano, que se preciaba de haber sido maoísta, llegó a la Presidencia de la República como resultado del fraude electoral de 1988, una nueva cerrazón del Estado se puso de manifiesto contra el nuevo partido de izquierda: cobro vidas de muchísimos militantes y simpatizantes. Mientras, la reacción y el empresariado que vive a expensas del gobierno se fortalecían y crecían políticamente gracias a la “apertura” salinista. Discretas voces se manifestaban, oscuras, por la reelección; sugerencias no explícitas, chismorreos y rumores tales como los que hicieron posible que “el pueblo” se manifestara “libremente” por la entronización imperial de Iturbide. El asunto quedó ahí, pero no así la soberbia del inventor del esperpento nombrado “liberalismo social”.

Caro le salió. Por primera instancia, su reforma al Artículo 27 constitucional, dio la puntilla para un nuevo brote guerrillero en medio de la euforia (aciaga, por cierto) de la firma del TLC; fueron asesinados sus “delfines” políticos, los que le permitirían instaurarse como el nuevo “Jefe Máximo” (en el mejor sentido callista), con todo y sus “presidentes nopalitos”: Colosio, para sucederlo, y Ruiz Massieu para el 2000; su hermano –otro junior maoísta- fue a parar a la cárcel; y para sucederlo, en un virtual coup d’etat, su enemigo: Ernesto Zedillo, un polito también tránsfuga del marxismo.

Estos dos personajes pasarán a la Historia. Sí, el primero por meter a México, peso mosca, a competir contra pesos super completos en el ring de la globalidad. El otro, por haber hecho infinitamente millonarios a los banqueros a costa del pueblo. Ambos por empobrecer a las clases medias y pauperizar a las clases trabajadoras. El maoísta, viviendo como gran burgués; el segundo como empleado de los gringos.

Ante una reconversión del sistema político mexicano facilitada por las nuevas generaciones de tecnócratas made in BANXICO y universidades de elite –ligados, por cierto, a los grandes intereses financieros y petroleros globales- y por el arribo al poder federal del partido de la reacción por antonomasia, las guerrillas rurales cobran nueva vida para formar posiciones en una modestísima guerra de baja intensidad. Después de todo: ¿qué son 20, 50, 100 años para gente que ha sufrido la aplicación del “Estado de Derecho” desde hace 500 años? Nada.

Pero hay que repetirlo fuerte y quedo: no debe, en lo futuro, contraponerse bajo ninguna circunstancia este tipo de lucha con la otra, la que se lleva a cabo desde las condiciones impuestas desde el Estado. Me refiero a la que se está llevando a efecto en el frente popular (la llamada Convención Democrática), la que subsista del PRD, así como la de los diversos movimientos sociales y populares. Por las consecuencias funestas posibles de enfrentar (no olvidemos que al norte del Río Bravo están los EU’s) quisiera equivocarme; pero en algún momento tendrán que confluir si la cerrazón del gobierno calderonista persiste (como todo apunta) en su falta de visión de lo que significa instaurar un Estado policial y militar al servicio de los grandes capitales (incluidos los de la alta jerarquía eclesiástica) y en contra de los intereses populares y sus movilizaciones motivadas por el descontento (Oaxaca, Guerrero, Chiapas y el D. F.). Eso se nombra Fascismo. Y no es un eufemismo: recordemos que fue el sinarquismo uno de los entes que forjaron el PAN y que este partido alberga al Yunque.

Para algo debe servir el estudio de la Historia. La Colonia se montó sobre tres instancias de poder: el eclesiástico, el militar y el jurídico (eran las profesiones de españoles y los criollos). El juarismo se encargó de socavar el eclesiástico; la Revolución Mexicana (y específicamente el gobierno de Lázaro Cárdenas) se encargó de hacer lo propio con el militar (sin embargo, gracias a Fox y a Calderón, respectivamente, ambos poderes se están recomponiendo). Pero el corrupto poder judicial, que se ha encargado de inclinar la balanza de la Ley del lado del poder económico, permanece incólume. Un poder que tuvo la desfachatez de avalar un proceso electoral lleno de irregularidades, gestadas en la mismísima Presidencia de la República (en contubernio con los empresarios parásitos del Estado, el PAN y SNTE) a pesar de reconocerlas y así declararlo públicamente.

No es, pues, un galimatías llamar a Calderón y al PAN “reaccionarios”. Por mucho que presuman de ser modernos están situando a esas tres instancias de poder en el podio en el que se encontraban en un pasado tan lejano como la Colonia.

¿Modernos? Sí, modernos “cangrejos” que al igual que sus inspiradores sienten una gran fascinación por servir a los imperios de cada época (primero España, luego Francia y hoy, los EU’s); por inclinarse ante los intereses comerciales, industriales y financieros de éstos; por imitar sus banales modos de vida. Y les aceptan espejitos como pago a la entrega de oro (negro).

Modernos “cangrejos” que, al igual que sus mentores de antaño, cuentan con su corte de Lucas Alamanes que les aplauden sus errores históricos y que les canturrean que son aciertos; con su distorsionada concepción de la “paz social” impuesta a palos; con su convenenciera idea de Dios, un dios que les solapa y perdona todos sus pecados y los convierte en virtudes; con su caridad cristiana y sus patronatos para ganar indulgencias (y evadir impuestos); con su aplicación del “derecho” en contra del peladaje y a favor de la gente decente, como se denominan a sí; con toda su heredad criolla o ladina; con sus embusteras complicidades con los “moderados”; con todos sus turbios negocios; con toda su incultura; con sus ranchos ante la imposibilidad de tener haciendas; con todos sus sofismas y entelequias. Ahí están, pintados en el cuadro de la Historia de México y fotografiados en la realidad actual.

Modernos “cangrejos”, que ni siquiera alcanzan a ser conservadores: son retrógradas.

También para las posiciones que se les oponen, la Historia registra la claridad de pensamiento de la generación perteneciente al periodo de la Reforma, quienes supieron dejar los intereses sectarios a un lado –al menos mientras Juárez vivió- para vencer al enemigo. El episodio en que Comonfort (liberal “moderado”) se pasó del lado de los conservadores proporcionó la lección para entender que éstos eran los oponentes y que las diferencias entre los liberales (“puros” y “moderados”) debían dejarse de lado. Sólo así pudieron salir vencedores en la Guerra de Tres Años y con la fortaleza para derrocar al Imperio y restaurar la República.

Sirva ello de modelo en nuestros días a todas las fuerzas progresistas populares, sociales y políticas (armadas o dentro de la “legalidad”) partidarias de la revolución, entendida ésta como el derrocamiento de lo caduco: de lo que impide el desarrollo y que pretende, absurdamente, detener el devenir.

La realidad obliga a ello.

Correo: arbolperenne@yahoo.com.mx

Tuesday, July 24, 2007

¡Para Dónde es la Derecha y para dónde, la Izquierda?

¿PARA DÓNDE ES LA DERECHA
Y PARA DÓNDE, LA IZQUIERDA?

Por: Gabriel Castillo-Herrera.

La pregunta que da título a estas líneas se antoja ingenua o, inclusive, necia: cualquier persona, desde la más tierna infancia sabría la respuesta. Sin embargo, tratándose de posiciones de orden político, parece ser que hoy la mayoría de ciudadanos que se relacionan con aquél ejercicio –sean funcionarios, analistas, representantes populares elegidos o elegibles- prefieren pasar por el nada comprometedor “centro” para no ser tachados de “radicales” o “conservadores” y, sí, “bien portados”.

Se escucha, frecuentemente, decir: “En los tiempos actuales, es difícil decir qué es ser de izquierda y qué, ser de derecha”. Sí, mejor afirmar que se es “todo lo contrario”.

Más aún si se trata de tomar postura ante el llamado de cierto líder político para “frenar a la derecha”. Todos sabemos a quiénes se refiere; pero es más fácil fingir no entender o mostrarse “centrista” o incapaz de definir qué es lo uno y lo otro con el pretexto de que en la modernidad hay un sinnúmero de consideraciones que difieren de las que privaban cuando se gestaron esos términos como derivación de los sitios que ocupaban los asambleístas franceses en los primeros tiempos post revolucionarios.

¡Desde luego que los tiempos, los lugares, las condiciones, las ideologías y los personajes han cambiado! ¿Quién podría cuestionarlo? Pero tampoco se puede cuestionar que las formas en que se nos manifiesta la realidad necesariamente modifican los contenidos y las esencias. Aquí tendremos que llegar al punto –no resuelto, aún- entre dos formas de pensamiento irreconciliables: una que percibe el mundo material –las sociedades humanas- como una instancia en constante movimiento y otra que lo cree inmutable. Una que afirma que el Hombre hace la Historia y otra que cree que ésta es sólo un reflejo de una idea preconcebida ante la que el Hombre nada tiene que hacer. Una que afirma que el poder político emana del pueblo, al que debe servir, y otra que lo quiere conservar para beneficio de las elites. En cada sentencia, los primeros se situaban a la izquierda de la Asamblea; los segundos, a la derecha.

Un poco de atención a lo anterior nos mostrará que el contenido no ha cambiado, aunque la forma sí.

Hoy no existen las monarquías absolutas; pero tampoco la burguesía está del lado del pueblo llano. Sin embargo, las relaciones de poder –con distintos actores a los de antaño- subsisten en esencia; sólo simulan haber desaparecido tras esa falacia que se ha dado en llamar “democracia”, que no es sino plutocracia.

¿Es difícil hoy determinar qué es la “izquierda” y qué, la “derecha”? ¡Para nada! La primera lucha por la transformación social en beneficio del pueblo (¡Dios mío, eso es “populismo”!), por diluir el poder entre sus miembros; la segunda por la preservación de privilegios y dejar las cosas como están en aras de un “Estado de Derecho” que sólo beneficia a las clases que retienen el poder económico creando la ilusión de que ello es el “progreso”.

En tiempos de Juárez, se les llamó “cangrejos”; hoy son gobierno (federal) que niega la historia.

Correo: arbolperenne@yahoo.com.mx

Wednesday, July 18, 2007

Una sarcasmonería

TELERRISA PRESENTA:

CRECER MEADO.

Un ejercicio periomístico y de banálisis político acerca de los acontecimientos de la semana. Acompañe a Denise Merecer, Vítor Trucillo, Carpos Machín, Pamela Bicha, Joachim Topes Cólica, Peraloca Pómex Vieyra y Carl Dolorés de Muela. Un programa conducido por D. Polvo Comes. Hoy con el tema:

“Pamela, a Castañuela ya no ama; hoy, ser primera porrista de Perolón reclama”.

Como le digo, va a estar bueno…

Friday, July 06, 2007

¿Quienes son lo enemigos del pueblo?

¿QUIÉNES SON LOS ENEMIGOS DEL PUEBLO?

Por: Gabriel Castillo-Herrera.

En este nuevo siglo que fue gestándose desde 1988 a 2001 se crearon una serie de condiciones que, según las buenas conciencias, auguraban el arribo a un nuevo paradigma: un mundo cimentado en la armonía, cuyos garantes serían la multipolaridad, el fin de las ideologías, la paz perpetua, la democracia, la salud, el fun fun fun del “sueño americano” y hasta el reino amor.

Sin embargo, al igual que en el siglo pasado, pronto se notó que no habían sido sino unos dulces e inocentes deseos tal si fueran los que cada fin de año, y principio del otro, tienen lugar en cada espacio familiar y personal al calor de las copas de sidra (o champagne, según presupuestos disponibles) y las 12 uvas. Y al igual que en este cotidiano ejercicio anual, la resaca se encargó de volver al mundo a la cruda realidad de ese entonces. La Belle Epoque fue truncada por las revoluciones (la mexicana, la china y la rusa) y por el espanto de la Primera Guerra Mundial.

En el Siglo XXI, los acontecimientos que se sucedieron desde la caída del Muro de Berlín hasta antes de la de Las Torres Gemelas, a los ojos del común mortal, parecían halagüeños. Pero llegó, puntual, la “cruda” del nuevo siglo. La multipolaridad se convirtió en unipolaridad salvaje; las ideologías fueron sustituidas por idiotogías; la paloma de la paz fue desplumada en la ONU y ahorcada en Palestina, Afganistán e Irak; la democracia mostró su verdadero rostro: la plutocracia; la salud se tornó en drogas sintéticas, el sueño se convirtió en pesadilla cotidiana; y el amor en odio al prójimo.

México no escapó a tal situación. El periodo que va del fraude electoral de 1988 a la pantomima de periodo electorero de 2006 estuvo definido por un fortalecimiento de la izquierda. El PRD, cual si fuera un ente biológico, nació, creció y se reprodujo. ¿Cuándo será el tiempo de su muerte? Según parece, el partido se encuentra hecho un vejete achacoso y enfermo; víctima del virus del sectarismo, fuera del alcance de la vacuna de la teoría revolucionaria de izquierda y, muchos de sus órganos internos, luchando por asirse a la praxis de atraer vitamina$ provenientes del Hospital IFE para que no sufra de osteoporosis el sistema -la tribu- a que pertenecen.

“Teoría: ¿pa’ qué os quiero?” Así, muchos de los tribales que se autoproclamaban “comunistas”, hoy semejan ser consumistas; los “stalinistas”, starbuckistas; los “leninistas”, elitistas; los “trotzquistas” y “foquistas”, foxistas; los “marxistas”, martistas. ¿De izquierda?, no; de mier... coles.

La importancia de los aspectos teóricos radica en que son elementos que nos acercan a la certidumbre, a la verdad, la que es una, como directriz de la práctica política. El sectarismo ideologizado –o peor, como es el caso de las tribus sin más ideología que “el hueso” dentro del PRD- no sirve para maldita la cosa a un partido que –se supone- es de izquierda. El papel de la izquierda es la lucha contra los privilegios de una minoría que detenta el poder; lo que hacen las tribus es exactamente lo contrario: luchar, dentro del partido, por allegarse de canonjías.

¿Quiénes son los enemigos del pueblo?

Aquí es donde adquiere relevancia la formación y desarrollo de la Convención Nacional Democrática que ya se vislumbra como un partido propiamente dicho. Un partido que nace desde abajo, no desde las elites políticas que se tildan “de izquierda”, lo que sólo ellos creen, sin darse cuenta que no son sino una reproducción a destiempo, anacrónica, de los cacicazgos políticos creados por el PRI y que predominaron en la sociedad mexicana durante casi todo el siglo pasado y que se sostuvieron mediante los compadrazgos, el apadrinamiento y la corrupción.

Esos cacicazgos insertos en el Partido de la Revolución Democrática ni son democráticos; ni mucho menos, muchísimo menos, revolucionarios. La revolución, lo he dicho cientos de veces (y adquiere status de verdad no porque yo lo diga, sino porque así es en el mundo de lo concreto), es el triunfo de lo nuevo sobre la resistencia de lo anacrónico, sobre las viejas prácticas y costumbres que se empeñan en seguir vivas aunque se encuentren al borde de la muerte.

Las sectas son, desde la perspectiva anterior, contrarias a la revolución, quieren perpetuar los sistemas de privilegio porque no conocen otra cosa. No tienen cultura política de izquierda; han crecido al amparo de “la organización de masas” que los sostiene en sus liderazgos; pero sin un sustento teórico (igual que el PRI lo hizo durante décadas creando la CNC, la CNOP y la CTM). Cito un ejemplo: una connotada ex dirigente, hoy en desgracia, del partido afirmó en una entrevista que se había forjado en el marxismo; pero más tarde dejó claro que creía en Dios. Eso no deja ver más que es marxista “de oído”, pues es de sobra entendido que el marxismo está cimentado sobre el materialismo dialéctico, y uno de los pilares sobre los que se levanta toda la teoría es la afirmación de que Dios es producto de la cabeza del Hombre, que está hecho a imagen y semejanza del Hombre y no al revés, como pregona el idealismo (para el cual el mundo es como es porque tan sólo es un reflejo de una idea suprema, por lo que no caben las revoluciones, por ejemplo) y, por ende, la Iglesia. ¿De dónde es, pues, “marxista”? Igual las tribus: ¿de dónde son, pues, “revolucionarias”?

A otra cosa.

La Convención Nacional Democrática promete ser el ente donde se acrisole un verdadero frente popular, que asegure acabar con los privilegios de grupo, en beneficio de las mayorías que pueblan nuestro país. Y éstas lo saben; o por lo menos lo intuyen.

El pasado primero de julio los periodistas y analistas políticos lacayos recibieron una bofetada; estaban muy convencidos de que el lopezobradorismo había desaparecido de la faz de la Tierra. Ciegos, por ignorancia y conveniencia, ante las condiciones que privan en el país (se obligan a creer que viven en un país del primer mundo), no alcanzan a comprender que López Obrador no es sino la cara de un movimiento popular amplísimo como jamás lo había visto México en toda su historia. Ciego el señor que despacha en Los Pinos que cree que con un festejo en la sede del partido que lo postuló, y que ahora le mete zancadillas, responde con éxito a otro que se llevó a cabo el día anterior con el Zócalo lleno. Pero, por desventura, más ciegos los líderes de las tribus perredistas que parecen dar más importancia a sus intereses sectarios, en perjuicio del partido, por la oferta de “huesos” en Zacatecas y Michoacán, en vez de ocuparse en trabajar en pro de la Convención. Allá ellos: no hay más ceguera que la de quien no quiere ver. No hay peor ignorancia que la de quien no se esfuerza por estudiar el mundo de la realidad para entenderla. Eso los ha convertido, sin remedio, en saboteadores de los posibles avances sociales y políticos. Saboteadores de la revolución en el sentido que arriba expuse.

¿Quiénes son los enemigos del pueblo? Esos saboteadores con careta de “revolucionarios” y “democráticos” que no hicieron presencia en el Zócalo o que partieron de otro punto para no hacerlo junto con López Obrador.

La Convención, la gente, los está rebasando porque representan al pasado; a una “izquierda” decrépita que hace tiempo dejó de tener razón de ser. Una docta en la “grilla” e ignorante de la teoría política de izquierda. O, como alguna vez sentenció mi hermano, “ignorantes a secas”.



Correo: arbolperenne@yahoo.com.mx

¡Quienes son los enemigos del pueblo?