Para entender el México de Hoy (Parte 2)
CONTRIBUCIÓN
AL ESTUDIO DEL HOY EN
LA HISTORIA DE MÉXICO.
(Parte II)
Por: Gabriel Castillo-Herrera.
De la misma forma –desde la perspectiva del tiempo- que el presente no se explica por sí mismo sino como parte de un proceso histórico que encuentra sus raíces en el pasado, los sucesos en un sitio determinado, en el caso: México, tampoco se entienden desprendidos del contexto espacial global.
¿Qué hace posible que los conquistadores se conviertan en dueños absolutos y adquieran un poder omnímodo en las tierras americanas? ¿Qué hace que Cortés, sus capitanes y unos cuantos príncipes y caciques indianos aliados (recordemos que, según se cuenta, mientras Cortés le arrebata el arma sagrada a Huitzilopochtli, Ixtlilxóchitl le cercena la cabeza y ambos lo derriban de la cúspide del Templo Mayor) se apoderen de posesiones, vidas y destinos de miles y miles de conquistados sin más justificación –pretexto harto impío- que la propagación de la fe católica?
La respuesta, por un lado, está en las condiciones que privaban en la vieja Europa.
Por la vertiente ideológica, la influencia de Erasmo de Rótterdam (amigo de Tomás Moro) sobre Martín Lutero provocó que éste entrara en conflicto con el Papa León X por una controversia relacionada con la venta de indulgencias y otras propias del culto. El Papa excomulgó a Lutero, lo que produjo el cisma religioso. Pero no debemos olvidar que la Iglesia era –es- también un poder terrenal (los Médicis, familia de políticos, banqueros y mecenas, tuvo a tres papas y varios cardenales; los Borgia, dos y hasta un santo). Así que un asunto de fe se convirtió en político, económico y social entre y dentro de los nacientes Estados europeos.
Siendo España un bastión del catolicismo, no podía estar fuera de esos conflictos y disputas de intereses.
Carlos V (I, de España; hijo de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, a su vez hija de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón: los Reyes Católicos), gobernaba la península cuando la conquista. Además del conflicto religioso -que provocó guerras por toda Europa- tuvo que enfrentar otros más: conflictos en Aragón (las germanias, 1519- 1523), conflictos en Castilla (las comunidades, 1520- 1521), guerra con Navarra (1521); cuatro guerras contra Francia (la primera 1521-26; la segunda 1526-29; la 3°, 1535-38; y la 4°, 1542-44. Además, las invasiones turcas de Solimán el Magnífico.
Sí, el rey se encuentra muy ocupado. Eso hace que los conquistadores, al amparo de la fe, hagan su voluntad sin quien les pueda pedir cuentas, sin vigilancia. Se enriquecen de la manera más vil y abusiva. El único freno, más en el terreno moral que material, lo constituyen un puñado de los primeros misioneros quienes consideraban a los indios como gentiles en contraposición a los conquistadores (tal controversia se extendió hasta bien entrada la Colonia y nunca se resolvió).
Así, los Cortés, los Ávila, los Ordaz, los Alvarado, plebeyos en su tierra de origen se ven en la posibilidad de adquirir posesiones y linajes a la usanza de Europa. Contemplan la expectativa de convertirse en cabeza de dinastía –o Casa- como los Valois, los Habsburgo, los Borbón, etc., que dominan en el Viejo Continente; con la ventaja de que acá no existen nobles feudales que les disputen el poder.
Cuando la Corona empieza a tomar conciencia de lo que América representa desde el punto de vista económico, toma el control político de la colonia novohispana. Y quien primero lo hace es –por, de alguna manera, similares motivos a los de los conquistadores- el alto clero: mientras que en Europa se suceden las guerras entre católicos y protestantes (hugonotes) acá la iglesia única es la católica; lo tarea específica es catequizar y bautizar a los indígenas, puesto que todos los signos de las religiones autóctonas han sido destruidos por la fuerza. Después, o al parejo, inicia la Conquista Espiritual.
Tal que llega a la Nueva España la jerarquía eclesiástica más anacrónica. Si el protestantismo forzó en Europa ciertos cambios que propiciaran la permanencia de fieles al catolicismo, acá no había motivos para renovarse: acá no hay Lutero. ¿Para qué cambiar?
Obispos y virreyes (que en ocasiones son una y otra cosa a la vez) se dan a la tarea de recuperar para la Corona el control político y económico. Desde luego, no sin el descontento –e, inclusive, insurrección- de los conquistadores y su descendencia. La Corona se impone: los hermanos Ávila son ejecutados en la Plaza Mayor; los otros se someten y cambio son respetadas sus vidas, títulos y posesiones.
En Europa, en los años siguientes, el rey de Navarra Enrique III (hugonote), por la Ley Sálica se convierte en Rey de Francia (con el nombre de Enrique IV) cuya religión de Estado es la católica. De alguna manera, ello propicia en el mediano y largo plazo (no en lo inmediato: el día que se casó con Margarita, hija de Enrique II de Francia, se verificó una memorable masacre contra los protestantes y él tuvo que abjurar de su fe) cierta tolerancia religiosa, aunque bastante endeble. Sin embargo, la clerecía de la Nueva España no tiene que asumir ninguna avenencia: se vuelve aún más intransigente y poderosa que la de la metrópoli. Tanto, que prácticamente domina todos los aspectos de la vida secular (el político, el social -en sentido amplio- y el de lo cotidiano costumbrista) durante toda la Colonia.
Ya el lector podrá intuir el porqué en la actualidad el 80% de la población en México es católica.
Y, por otra parte, servirá para el descifrar los intereses que se enfrentaron al momento de la Independencia y las razones que movieron a la generación de la Reforma para llevarla a cabo.
Será en las próximas entregas.
Correo: arbolperenne@yahoo.com.mx
AL ESTUDIO DEL HOY EN
LA HISTORIA DE MÉXICO.
(Parte II)
Por: Gabriel Castillo-Herrera.
De la misma forma –desde la perspectiva del tiempo- que el presente no se explica por sí mismo sino como parte de un proceso histórico que encuentra sus raíces en el pasado, los sucesos en un sitio determinado, en el caso: México, tampoco se entienden desprendidos del contexto espacial global.
¿Qué hace posible que los conquistadores se conviertan en dueños absolutos y adquieran un poder omnímodo en las tierras americanas? ¿Qué hace que Cortés, sus capitanes y unos cuantos príncipes y caciques indianos aliados (recordemos que, según se cuenta, mientras Cortés le arrebata el arma sagrada a Huitzilopochtli, Ixtlilxóchitl le cercena la cabeza y ambos lo derriban de la cúspide del Templo Mayor) se apoderen de posesiones, vidas y destinos de miles y miles de conquistados sin más justificación –pretexto harto impío- que la propagación de la fe católica?
La respuesta, por un lado, está en las condiciones que privaban en la vieja Europa.
Por la vertiente ideológica, la influencia de Erasmo de Rótterdam (amigo de Tomás Moro) sobre Martín Lutero provocó que éste entrara en conflicto con el Papa León X por una controversia relacionada con la venta de indulgencias y otras propias del culto. El Papa excomulgó a Lutero, lo que produjo el cisma religioso. Pero no debemos olvidar que la Iglesia era –es- también un poder terrenal (los Médicis, familia de políticos, banqueros y mecenas, tuvo a tres papas y varios cardenales; los Borgia, dos y hasta un santo). Así que un asunto de fe se convirtió en político, económico y social entre y dentro de los nacientes Estados europeos.
Siendo España un bastión del catolicismo, no podía estar fuera de esos conflictos y disputas de intereses.
Carlos V (I, de España; hijo de Felipe el Hermoso y Juana la Loca, a su vez hija de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón: los Reyes Católicos), gobernaba la península cuando la conquista. Además del conflicto religioso -que provocó guerras por toda Europa- tuvo que enfrentar otros más: conflictos en Aragón (las germanias, 1519- 1523), conflictos en Castilla (las comunidades, 1520- 1521), guerra con Navarra (1521); cuatro guerras contra Francia (la primera 1521-26; la segunda 1526-29; la 3°, 1535-38; y la 4°, 1542-44. Además, las invasiones turcas de Solimán el Magnífico.
Sí, el rey se encuentra muy ocupado. Eso hace que los conquistadores, al amparo de la fe, hagan su voluntad sin quien les pueda pedir cuentas, sin vigilancia. Se enriquecen de la manera más vil y abusiva. El único freno, más en el terreno moral que material, lo constituyen un puñado de los primeros misioneros quienes consideraban a los indios como gentiles en contraposición a los conquistadores (tal controversia se extendió hasta bien entrada la Colonia y nunca se resolvió).
Así, los Cortés, los Ávila, los Ordaz, los Alvarado, plebeyos en su tierra de origen se ven en la posibilidad de adquirir posesiones y linajes a la usanza de Europa. Contemplan la expectativa de convertirse en cabeza de dinastía –o Casa- como los Valois, los Habsburgo, los Borbón, etc., que dominan en el Viejo Continente; con la ventaja de que acá no existen nobles feudales que les disputen el poder.
Cuando la Corona empieza a tomar conciencia de lo que América representa desde el punto de vista económico, toma el control político de la colonia novohispana. Y quien primero lo hace es –por, de alguna manera, similares motivos a los de los conquistadores- el alto clero: mientras que en Europa se suceden las guerras entre católicos y protestantes (hugonotes) acá la iglesia única es la católica; lo tarea específica es catequizar y bautizar a los indígenas, puesto que todos los signos de las religiones autóctonas han sido destruidos por la fuerza. Después, o al parejo, inicia la Conquista Espiritual.
Tal que llega a la Nueva España la jerarquía eclesiástica más anacrónica. Si el protestantismo forzó en Europa ciertos cambios que propiciaran la permanencia de fieles al catolicismo, acá no había motivos para renovarse: acá no hay Lutero. ¿Para qué cambiar?
Obispos y virreyes (que en ocasiones son una y otra cosa a la vez) se dan a la tarea de recuperar para la Corona el control político y económico. Desde luego, no sin el descontento –e, inclusive, insurrección- de los conquistadores y su descendencia. La Corona se impone: los hermanos Ávila son ejecutados en la Plaza Mayor; los otros se someten y cambio son respetadas sus vidas, títulos y posesiones.
En Europa, en los años siguientes, el rey de Navarra Enrique III (hugonote), por la Ley Sálica se convierte en Rey de Francia (con el nombre de Enrique IV) cuya religión de Estado es la católica. De alguna manera, ello propicia en el mediano y largo plazo (no en lo inmediato: el día que se casó con Margarita, hija de Enrique II de Francia, se verificó una memorable masacre contra los protestantes y él tuvo que abjurar de su fe) cierta tolerancia religiosa, aunque bastante endeble. Sin embargo, la clerecía de la Nueva España no tiene que asumir ninguna avenencia: se vuelve aún más intransigente y poderosa que la de la metrópoli. Tanto, que prácticamente domina todos los aspectos de la vida secular (el político, el social -en sentido amplio- y el de lo cotidiano costumbrista) durante toda la Colonia.
Ya el lector podrá intuir el porqué en la actualidad el 80% de la población en México es católica.
Y, por otra parte, servirá para el descifrar los intereses que se enfrentaron al momento de la Independencia y las razones que movieron a la generación de la Reforma para llevarla a cabo.
Será en las próximas entregas.
Correo: arbolperenne@yahoo.com.mx