Friday, October 15, 2010

Una gran alegría y un amargo recuerdo.

Por: Gabriel Castillo-Herrera.
Las noticias de hoy acerca de los 33 mineros atrapados en las profundidades de la tierra –a más de 600 metros- en la mina de San José, en desierto de Atacama, República de Chile, nos llenan de júbilo: ha sido posible llevar a cabo la odisea del rescate de los trabajadores después de poco más de dos meses.
Para la epopeya, no se escatimaron esfuerzos técnicos ni humanos, mucho menos económicos: las vidas humanas bien valen la inversión. Así, creo, se razonó en Chile.
Sin embargo ello nos lleva a recordar sucesos similares acaecidos en 2006, en otros lares: en Coahuila –México-, donde el contubernio de autoridades federales al más alto nivel, instancias laborales del mismo y el consorcio minero denominado México abandonó a su suerte –haciendo como que hacía, sin hacer- a 65 mineros atrapados apenas a una profundidad cuatro veces menor a la que se encontraban –se encuentran, pues no ha terminado el rescate- los trabajadores chilenos.
Reza un adagio popular: “Donde manda capitán no gobierna marinero”. En el México de hoy, tal dicho se ha modificado: “Donde manda el capital privado no gobierna sino el dinero”.
Muy distintos finales los de San José y los de Pasta de Conchos.
No hay más que decir. El lector hará sus conclusiones.

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