Friday, November 30, 2007

Los Demonios del me den...













No me des nada, sólo ponme donde hay, que de lo demás me encargo yo.


LOS DEMONIOS DEL “ME DEN...”

Por Gabriel Castillo-Herrera.

A Lidia Cacho.

En el año de 2006, en cierta ocasión ya inmersa en proceso electoral para renovar la Presidencia de la República, quien fue el candidato del Partido de la Revolución Democrática, Andrés Manuel López Obrador, hizo una declaración: “¡Al diablo con sus (las del Estado) instituciones!”. Las cloacas se destaparon: las heces corrieron, indignadas, inundando todo el ámbito político oficial, el de sus merolicos de los medios mercachifles y el de la opinión pública mal informada o convenenciera.

“¿Cómo osa ‘el señor López’ (como dieron en llamarlo sus opositores) insultar lo que tanto trabajo y sangre a costado a los mexicanos levantar?”. Y se apelaba a Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero, Zapata, Carranza, a manera de letanía. Letanía tan farisaica como reciclada, porque todo mundo sabe –y si no lo saben es porque ciertas instancias estatales han deformado, a su conveniencia, la Historia- que esos personajes históricos contribuyeron a la creación de instituciones –sí- pero unas que dieran paso a la justicia social y a privilegiar los derechos sociales sobre los particulares. No al cinismo.

Vox populi: “Con dinero baila el perro”, “el que no transa no avanza”, “todo se arregla con una corta feria”, “favor, con favor se paga”, “todos somos corruptos”, fincaron su antecedente en la expresión del revolucionario Álvaro Obregón: “Nadie aguanta un cañonazo de cincuenta mil pesos”; aunque el origen va mucho más lejos: sólo hay que hurgar en los años del generalote Santa Anna. Sí, en México la corrupción es una institución cuyas aguas se filtran por todos los surcos de la vida social, política, económica, ¡jurídica!, cultural, etc. Sin embargo, en el entonces referido, se multiplicaron las condenas a López Obrador y los golpes de pecho mojigatos. Y la Desvergüenza, indignada, se vistió de toga: despojó de la Presidencia de la República al ofensor, aunque admitió una injerencia, por cierto ilegal, de parte de intereses económicos y del mismísimo Vicente Fox, la que consideró “no grave”. ¿Qué significa “grave” para ellos?, ¿qué, aparte de desaforarlo, hubieran consignado a quien fue Jefe de Gobierno del D. F. y luego recluido en una cárcel de máxima seguridad”?

López Obrador sabía de lo hablaba: Hoy, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por voto dividido (¡bueno!, aún quedan magistrados sabedores de que por allí pasó Benito Juárez) exonera a Mario Marín, quien “acata” el fallo y muestra su “respeto” por las Instituciones (sí, esas que mencionamos en el párrafo anterior como vox populi: vox Dei). Y, claro, a su cómplice, el gangster de la mezclilla –significado por su actividad empresarial por Vicente Fox- no se le toca ni con guante de terciopelo. Apóstoles de la corrupción.

Demonios del “me den y correspondo”.



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