Friday, November 10, 2006

Dos Sarcasmonerías



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LA COMPETITIVIDAD. (Teoría y Práctica)
(No: “Te oía y Pláticas”).

Por: Gabriel Castillo-Herrera.


La moderna diosa -ante la cual políticos neoliberales, analistas financieros, economistas made in USA, miembros de sindicatos empresariales y hombres de negocios en general se muestran fervientes devotos- es la Sacra Competencia: poderosa deidad que nos otorga el carisma de la sapiencia del know how para arruinar a los demás con el fin de alcanzar el Nirvana de la Excelencia..

El dogma, nacido en países desarrollados, ha proliferado en México. Los sacerdotes de esta novel religión –la Competitividad- se han encargado de predicar su credo en ámbitos ajenos a los negocios. Así, ha invadido los terrenos del deporte, las artes, la tecnología e, inclusive, los de la vida diaria, bajo el único mandamiento que se resume en la siguiente sentencia: “Serás competitivo por sobre todas las cosas para ocupar un lugar de privilegio en el concierto de las naciones”.

Pero... ¿cómo se logra ser competitivo? Bien; antes que nada, debe uno hacer de lado toda clase de pensamientos negativos y forjarse la autoconciencia de ser capaz de elevar a nuestro país a la categoría de “México ganador” (si no lo creen, pregúntenle a Calderón). Lo segundo, establecer alianzas con amigos y socios de países desarrollados y ofrecerles el “México Ganador” para que hagan sus negocios. Lo tercero, entender que perder soberanía nos hace un “México Ganador”. Lo demás es lo de menos.

Algunos herejes aseguran que la competencia sólo puede darse entre entidades o personas que poseen similares capacidades o habilidades; de otra suerte, habría ventaja para una parte; existiría –digamos- una “competencia incompetente”. Por ejemplo: un encuentro pugilístico entre un peso completo y un “mosca”. En el mercantil: la recaudería de la esquina al lado de un Guolmart. Sin embargo, a los apologistas de la nueva religión se les ocurre que el “México Ganador” puede competir, al mismo nivel que los países desarrollados, en el mercado global.

Siguiendo el criterio de la teología dogmática de la competitividad, a la que apelan esos post modernos clérigos, también deberíamos aplicar sus tesis a la ciencia y tecnología. Explico: debiéramos entrar de lleno a la carrera espacial y proponernos llegar a Júpiter antes que, los gringos a Marte. Con nuestro pensamiento “ganador”, seguro lo lograremos. O, bien, para no ir tan lejos, dejarlos sin posibilidad de obtener alguna medalla olímpica en las pruebas de atletismo y natación adjudicándonoslas todas. (¡Si se puede, sí se puede!).

De niño fui tímido y debilucho; ocasionalmente, víctima de abusivos grandulones que, a la hora de recreo escolar, me quitaban la torta sin que yo pudiera ofrecer la mínima resistencia (salvo una mentada entre dientes) dada mi obvia desventaja. ¡Mecachis! ¡Nadie me dijo que debería “ser competitivo”!; de haberlo sabido, hubiera procedido a romperles toda su progenitora a los montoneros prepotentes! (¡Sí se puede, sí se puede!). Pero entonces no pasaban por mi escuela modernos papas que me hicieran comprender, cacofonía aparte, que lo objetivo no era sino subjetivo; que bastaba sentirme “ganador” para competir, con calidad y excelencia, a los fregadazos -yo, chaparrito y solo- contra la pandilla de gorilitas.

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TERCER GRADO.
(En la tele secun de la coloña).

Por: Gabriel Castillo-Herrera.


¡En esta esquina...!

Carlos Abascal tira un gancho: El gobernador debe convencer con una propuesta de diálogo. Y luego un jab: “...o debe pedir licencia; no hay más”.

Ulises Ruiz revira: “Quien debe renunciar es Abascal”.

Termina el round. URO se dirige a la esquina de su oponente y le muestra un papelito con seis propuestas para que termine la pelea en el cuadrilátero de Oaxaca. “Es para la solución en base al diálogo, Carlos”. El telespectador se pregunta: “¿Cuál diálogo? Sólo habrá diálogo si ‘no hay’ Ulises”. Ambos contendientes lanzan la toalla al piso. Empate.

Los tercer gradientes: “La solución para el problema de Oaxaca no es la salida de Ulises”. Y el telespectador piensa: “Pues no; pero mientras no se vaya Ulises ni siquiera se puede esperar que haya diálogo”. Joachim Topes Corega dice “no veo cuál sería la solución”.

“Pasemos a otro tema -propone Peraloca Pómex Vieyra-: el encuentro entre Calderón y Bushito”.

Felipón va a presentar a su gabinete para que le den el visto bueno. Opiniones encontradas. (El telespectador piensa: “va a decirle que su gobierno también combatirá el terrorismo”).

Los periodistas, cual si lo hubieran escuchado, comienzan a hablar de las súper bombotas.

Topes Corega define: “esas no fueron bombotas, sino artefactos explosivos; yo he visto verdaderas bombas en España, en New York... esas sí que fueron bombazos. Quien diga que los artefactos explosivos del banco, el PRI y el TEPJF son expresiones de terrorismo, es ignorante”.

Pamela Bicha espeta: “Pues Felipe Calderón lo dijo...”. Perfecto silogismo: el telespectador, después de escuchar las premisas anteriores, podrá deducir el corolario.

Y, mientras Peraloca Pómex, Chemise Merecer, Vitto Trapillo y los mencionados Topes y Bicha se jalonean, el telespectador piensa: “Bueno, si el Felipón se considera un ‘ganador’, ¿qué demonios va a entrevistarse con un ‘loser’ que ya perdió el control del congreso gringo y la mayoría de los gobiernos estatales? “. Y rememora las palabras e imagen calderonianas (con su acostumbrado ‘modito’ amenazante) durante el noticiero de esa misma noche: “”La prosperidad para los mexicanos es la prosperidad para los Estados Unidos”. Sólo le faltó decir: “A’i se los ‘aiga, chinches gringos, si siguen con sus jaladas de muros les devaluamos su méndigo dolarito”.

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